<<[...] Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos>>.

Gabriel Celaya

jueves, 11 de diciembre de 2008

Algunas reflexiones en torno al conocimiento. El mundo como representación.

En todo acto de conocimiento existen, entiendo, tres elementos: el sujeto cognoscente, el objeto de conocimiento y la facultad de conocimiento..

La facultad de conocimiento se halla en el sujeto y no en el objeto, pues si se encontrara en éste, entonces, todos los sujetos tendrían el mismo conocimiento en relación a cada objeto de conocimiento.

Por otra parte, el objeto de conocimiento no tiene que existir necesariamente o, por decirlo de una manera más precisa, éste no tiene porqué ser un objeto físico; de ello colegiremos que:

Hay dos clases de objetos de conocimiento:

Objetos físicos.
Objetos metafísicos (entendiendo por tales, aquellos que no existen en el plano físico).

En el momento en el que la facultad de conocimiento de un sujeto se ejercita, en relación a un objeto metafísico, éste pasa a existir para dicho sujeto.

Tal conclusión la extraigo de mi idea de existencia, puesto que, conforme a la misma*1, todo lo que obra en un sujeto existe para ese sujeto; y resulta, creo, incuestionable que el objeto de conocimiento metafísico opera para el sujeto, ya sólo en cuanto que condiciona su proceder- así, por ejemplo, pensemos en su idea del bien, del mal, de Dios o del amor-.

Esto nos conduce a un problema en relación a la facultad de conocimiento y al objeto de conocimiento, de sumo interés.


En efecto, si la existencia de un objeto para un sujeto se da cuando dicho objeto obra en el sujeto, entonces habrá que concluir que los objetos sólo existen para el sujeto cuando éste proyecta su facultad de conocimiento sobre los mismos, y que tales objetos, además, existen en la forma en que son conocidos por el sujeto y no en forma distinta. Pero- he aquí el aparente problema- por otra parte, todo sujeto cognoscente es consciente de que un objeto de conocimiento puede existir de manera distinta a como él lo percibe. ¿Cómo es esto posible?, puesto que si el objeto sólo existe de la manera en que el sujeto lo percibe, no parece posible que el sujeto se plantee que pueda existir de otra manera. Sin embargo, la realidad nos muestra que así acontece diariamente. Ello es debido, entiendo, a la experiencia del acto de conocimiento. El sujeto realiza multitud de actos de conocimiento a lo largo de su vida y de esta práctica extrae una experiencia, una experiencia que le dice que, en no pocas ocasiones, su percepción de un objeto de conocimiento era errónea o sesgada, de ahí que, tras cada acto de conocimiento se cuestione si no le sucederá lo mismo, “antes estaba equivocado, así que también puedo estarlo ahora”, dirá.

De esto ha de extraerse, necesariamente, que la facultad de conocimiento de un sujeto no es estática, no permanece inmutable a lo largo de su vida, sino que se va modificando a medida que la ejercita; puesto que, si no fuera así, no podría llegar nunca a variar su conocimiento en relación a un objeto. Así, por ejemplo, pensemos en un sujeto daltónico y en que se desarrollase una medicación que pusiera fin a su problema de percepción; para este sujeto, tras ingerir la mágica pastilla, el objeto que antes era rojo, ahora pasaría a ser verde, su facultad de conocimiento ha variado. Sin embargo, la mutación de la facultad de conocimiento de los sujetos no se debe, en las más de las veces, a una sustancia externa al mismo y que opera en él (variación ésta que, por cierto, perdurará en el sujeto sólo en cuanto se mantengan los efectos producidos por aquella sustancia), sino a la propia modificación de su conocimiento en relación a las cosas-tanto cuantitativa como cualitativa-. En consecuencia, la percepción que tengamos de un objeto influye en la de otro. ¿Cómo es esto posible?
Sólo puede serlo si el conocimiento de los objetos consiste en la facultad de diferenciar unos de otros. Así, entiendo que en todo acto de conocimiento existen tres fases esenciales- que aquí se diseccionan secuencialmente, a efectos puramente expositivos, pero que operan conjuntamente - : aprehensión, representación y diferenciación.

En cuanto a la aprehensión considero necesario indicar que cuando un sujeto proyecta su facultad de conocimiento sobre un objeto, lo aprehende. Pero para poder aprehenderlo resulta necesario que este objeto se halle separado de otros objetos ya conocidos, tal separación viene dada, precisamente, por el conocimiento de los restantes objetos. Así pues, cada acto de conocimiento se apoya sobre la última fase de actos de conocimientos anteriores (sobre la diferenciación); por ello, decía antes que el conocimiento de un objeto incide en el de otro.

Por tanto, para el sujeto existe un mundo conocido y un mundo desconocido, y cada nuevo acto de conocimiento, en su primer nivel (aprehensión), consiste en poner una valla a una parte de ese mundo ignorado.

Continuando con la idea de la valla, y en cuanto a la representación, es también relevante señalar que esa sección del mundo ignorado existe, para el sujeto, vallada y pasa a ser incorporada a su mundo conocido. No existe pues en cuento tal, sino representada. No es un campo en cuanto tal, sino un campo con cerca. Esta percepción del sujeto de que su conocimiento es una representación del objeto se debe, también, a su experiencia extraída de los sucesivos actos de conocimiento que ha realizado. El sujeto sabe que, en otras ocasiones, ha tenido que modificar la cerca y, por ello, sabe que ésta existe. Por tanto, la idea que posee el sujeto acerca de que existe un mundo real y un mundo aprehendido o representado se debe a eso que he llamado su experiencia de los actos de conocimiento y a la modificación de su facultad de conocimiento que permite tal experiencia. Su idea de un mundo real, situado al margen de su mundo aprehendido, es también, por tanto, una representación, el resultado de un acto de conocimiento en el que el objeto de conocimiento es la referida experiencia. Ese mundo real existe para él porque obra en él, porque le dice: “ten cuidado, que mañana quizá tengas que mover la valla que hoy has puesto”.

Así pues, el conocimiento presenta dos esferas: lo que se conoce y la idea de que puede haber cosas que no se conocen o partes de cosas conocidas que se ignoran, porque, dice el sujeto:”al margen del mundo conocido, existe un mundo real mayor a éste.”

Pero, insito, para el sujeto no hay más mundo que el representado, aunque el piense lo contrario; lo que acontece es que, conviene recalcarlo, su percepción de la existencia de un mundo más allá de su conocimiento es también una representación.

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*1 Esta visión de la existencia la extraigo de los estudios de don Miguel de Unamuno relativos a la figura de don Quijote.