<<[...] Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos>>.

Gabriel Celaya

jueves, 11 de diciembre de 2008

Algunas reflexiones en torno al conocimiento. El mundo como representación.

En todo acto de conocimiento existen, entiendo, tres elementos: el sujeto cognoscente, el objeto de conocimiento y la facultad de conocimiento..

La facultad de conocimiento se halla en el sujeto y no en el objeto, pues si se encontrara en éste, entonces, todos los sujetos tendrían el mismo conocimiento en relación a cada objeto de conocimiento.

Por otra parte, el objeto de conocimiento no tiene que existir necesariamente o, por decirlo de una manera más precisa, éste no tiene porqué ser un objeto físico; de ello colegiremos que:

Hay dos clases de objetos de conocimiento:

Objetos físicos.
Objetos metafísicos (entendiendo por tales, aquellos que no existen en el plano físico).

En el momento en el que la facultad de conocimiento de un sujeto se ejercita, en relación a un objeto metafísico, éste pasa a existir para dicho sujeto.

Tal conclusión la extraigo de mi idea de existencia, puesto que, conforme a la misma*1, todo lo que obra en un sujeto existe para ese sujeto; y resulta, creo, incuestionable que el objeto de conocimiento metafísico opera para el sujeto, ya sólo en cuanto que condiciona su proceder- así, por ejemplo, pensemos en su idea del bien, del mal, de Dios o del amor-.

Esto nos conduce a un problema en relación a la facultad de conocimiento y al objeto de conocimiento, de sumo interés.


En efecto, si la existencia de un objeto para un sujeto se da cuando dicho objeto obra en el sujeto, entonces habrá que concluir que los objetos sólo existen para el sujeto cuando éste proyecta su facultad de conocimiento sobre los mismos, y que tales objetos, además, existen en la forma en que son conocidos por el sujeto y no en forma distinta. Pero- he aquí el aparente problema- por otra parte, todo sujeto cognoscente es consciente de que un objeto de conocimiento puede existir de manera distinta a como él lo percibe. ¿Cómo es esto posible?, puesto que si el objeto sólo existe de la manera en que el sujeto lo percibe, no parece posible que el sujeto se plantee que pueda existir de otra manera. Sin embargo, la realidad nos muestra que así acontece diariamente. Ello es debido, entiendo, a la experiencia del acto de conocimiento. El sujeto realiza multitud de actos de conocimiento a lo largo de su vida y de esta práctica extrae una experiencia, una experiencia que le dice que, en no pocas ocasiones, su percepción de un objeto de conocimiento era errónea o sesgada, de ahí que, tras cada acto de conocimiento se cuestione si no le sucederá lo mismo, “antes estaba equivocado, así que también puedo estarlo ahora”, dirá.

De esto ha de extraerse, necesariamente, que la facultad de conocimiento de un sujeto no es estática, no permanece inmutable a lo largo de su vida, sino que se va modificando a medida que la ejercita; puesto que, si no fuera así, no podría llegar nunca a variar su conocimiento en relación a un objeto. Así, por ejemplo, pensemos en un sujeto daltónico y en que se desarrollase una medicación que pusiera fin a su problema de percepción; para este sujeto, tras ingerir la mágica pastilla, el objeto que antes era rojo, ahora pasaría a ser verde, su facultad de conocimiento ha variado. Sin embargo, la mutación de la facultad de conocimiento de los sujetos no se debe, en las más de las veces, a una sustancia externa al mismo y que opera en él (variación ésta que, por cierto, perdurará en el sujeto sólo en cuanto se mantengan los efectos producidos por aquella sustancia), sino a la propia modificación de su conocimiento en relación a las cosas-tanto cuantitativa como cualitativa-. En consecuencia, la percepción que tengamos de un objeto influye en la de otro. ¿Cómo es esto posible?
Sólo puede serlo si el conocimiento de los objetos consiste en la facultad de diferenciar unos de otros. Así, entiendo que en todo acto de conocimiento existen tres fases esenciales- que aquí se diseccionan secuencialmente, a efectos puramente expositivos, pero que operan conjuntamente - : aprehensión, representación y diferenciación.

En cuanto a la aprehensión considero necesario indicar que cuando un sujeto proyecta su facultad de conocimiento sobre un objeto, lo aprehende. Pero para poder aprehenderlo resulta necesario que este objeto se halle separado de otros objetos ya conocidos, tal separación viene dada, precisamente, por el conocimiento de los restantes objetos. Así pues, cada acto de conocimiento se apoya sobre la última fase de actos de conocimientos anteriores (sobre la diferenciación); por ello, decía antes que el conocimiento de un objeto incide en el de otro.

Por tanto, para el sujeto existe un mundo conocido y un mundo desconocido, y cada nuevo acto de conocimiento, en su primer nivel (aprehensión), consiste en poner una valla a una parte de ese mundo ignorado.

Continuando con la idea de la valla, y en cuanto a la representación, es también relevante señalar que esa sección del mundo ignorado existe, para el sujeto, vallada y pasa a ser incorporada a su mundo conocido. No existe pues en cuento tal, sino representada. No es un campo en cuanto tal, sino un campo con cerca. Esta percepción del sujeto de que su conocimiento es una representación del objeto se debe, también, a su experiencia extraída de los sucesivos actos de conocimiento que ha realizado. El sujeto sabe que, en otras ocasiones, ha tenido que modificar la cerca y, por ello, sabe que ésta existe. Por tanto, la idea que posee el sujeto acerca de que existe un mundo real y un mundo aprehendido o representado se debe a eso que he llamado su experiencia de los actos de conocimiento y a la modificación de su facultad de conocimiento que permite tal experiencia. Su idea de un mundo real, situado al margen de su mundo aprehendido, es también, por tanto, una representación, el resultado de un acto de conocimiento en el que el objeto de conocimiento es la referida experiencia. Ese mundo real existe para él porque obra en él, porque le dice: “ten cuidado, que mañana quizá tengas que mover la valla que hoy has puesto”.

Así pues, el conocimiento presenta dos esferas: lo que se conoce y la idea de que puede haber cosas que no se conocen o partes de cosas conocidas que se ignoran, porque, dice el sujeto:”al margen del mundo conocido, existe un mundo real mayor a éste.”

Pero, insito, para el sujeto no hay más mundo que el representado, aunque el piense lo contrario; lo que acontece es que, conviene recalcarlo, su percepción de la existencia de un mundo más allá de su conocimiento es también una representación.

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*1 Esta visión de la existencia la extraigo de los estudios de don Miguel de Unamuno relativos a la figura de don Quijote.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Lo "Real Maravilloso" de Alejo Carpentier. Primera aproximación

Muchas veces se ha querido diseccionar la narrativa hispanoamericana, muchas veces se ha pretendido podar sus altas ramas y recoger las hojas para guardarlas en distintos cajones, archivarlas como si fueran materia seca. Así, se ha hablado de la novela del indio, la novela de la pampa, la novela del gaucho y la del indigenista... Muchas veces se le han puesto etiquetas, como cadenas. Pero la novela hispanoamericana, la genuinamente hispanoamericana, no es otra que la de la tierra que estalla ante los ojos del hombre; del hombre que es también la propia tierra. La tierra que devora sus pasos, pero que constituye también su firme asiento, el lecho donde vibra el doloroso camino de la vida; una camino de selvas y de bosques, un camino de llanuras y de montes, de la pampa eterna, un camino donde los valles hablan, donde todo es posible porque todo se sostiene sobre la palabra irracional de las flores que se abren al viento; una senda de leyendas, de mitos, de profundo animismo. Y así dirá Pablo Neruda : " De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo."

Y de esta inextricable unión del hombre con la naturaleza, de la mágica voz de la catarata que se precipita y se funde en el duro lecho racional de la tierra, nacerá ese lago luminoso que Alejo Carpentier denominó: lo real maravilloso. Ese lago en el que al entrar las palabras, como un rayo de luz hiriendo el aire, estalla el arte y reverbera el calor de las selvas profundas.

"Lo real maravilloso-dirá Carpentier-(...) es lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos al estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano (...)". Y es que: "(...) por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su reciente descubrimiento, por las fecundas mezclas que propició, América está hoy lejos de haber agotado su caudal de mitologías. ¿Pero qué es la historia de América sino una crónica de lo real maravilloso?"

En este marco incomparable, el hombre se halla rodeado y fundido, al mismo tiempo, en un cúmulo de contextos que forjarán su carácter, su obra, su pasar encendido. Estos contextos vitales que son, para Carpentier, los siguientes:
*Raciales: convivencia de hombres de distintas razas y naciones.
*Económicos.
*Presencia de animismo.
*Políticos: "Hay que tenerlos en cuenta, aunque con el cuidado de no caer en una fácil y declamatoria literatura de denuncia".
*Burgueses.
*Enormidad de lo natural: "(...) nuestro continente es continente de huracanes..., de ciclones, de terremotos, de maremotos, de inundaciones (...)".
*Culinarios.
*Ideológicos: "(...) aunque nunca debe permitirse que transformen la novela en tribuna o púlpito".

Carpentier se alejará de los movimientos realistas y surrealistas europeos: "Me aparté del surrealismo porque me pareció que no iba a aportar nada a él. Pero el surrealismo no significó mucho para mí. Me enseño a ver texturas, aspectos de la vida americana que no había advertido, envueltos como estábamos en la ola de nativismo. Comprendí que detrás de ese nativismo había algo más, lo que yo llamo los contextos: contexto telúrico y contexto épico-político: el que halle la relación entre ambos escribirá la novela americana".

Esta unidad de hombre y tierra, de sangre y agua, de lluvia y fuego, será recogida por Carpentier con un lenguaje poderoso, con un estilo que acaricia las columnas de los templos barrocos. "Nuestro arte- dirá- siempre fue barroco: desde la espléndida escultura precolombina y el de los códices, hasta la mejor novelística actual de América, pasándose por las catedrales y monasterios coloniales de nuestro continente." Porque será la voz profunda de lo barroco la que, en opinión de Carpentier, pueda atender mejor este reclamo: "Muéstreme el objeto; haga que, con sus palabras, yo pueda palparlo, valorarlo, sopesarlo."

lunes, 25 de agosto de 2008

Algunas reflexiones en relación a la obra" Que nada se sabe", de Francisco Sánchez: una exposición ordenada de su pensamiento

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías...


Luis Cernuda

de esta segunda inocencia
que da en no creer en nada...

Don Antonio Machado

A.- Palabras previas

Francisco Sánchez es uno de esos autores que, como dijera don Francisco de Quevedo: "al sueño de la vida hablan despiertos". Lo relevante de su Que nada se sabe es la sencillez y el acierto expresivo de cada frase, la enorme honestidad que restalla en cada palabra, el espíritu audaz que no se acomoda entre las cálidas mantas del criterio de autoridad y va buscando una verdad entre la niebla, tras aceptar, con todo lo que esto conlleva, que el hombre habita en esa niebla, que el hombre pasa por la vida arañando sombras de sombras.

Acude don Francisco Sánchez a lo que otros dijeron antes que él, como hiciera Descartes y concluye ,con Salomón, que todo es vanidad.

Comencé entonces a buscar algo que mi mente pudiera asimilar y comprender con facilidad y exactitud, algo en cuyo conocimiento y certidumbre hallara luz y reposo, más nada encontré que a llenar viniera mis deseos. Revolví los libros de los autores pasados; interrogué a los presentes: cada cual decía una cosa distinta; ninguno me dio respuesta que del todo me satisficiese( Sánchez, F. , Que nada se sabe, Austral, Madrid, 1972, p.33).

Cada uno de ellos había construido una ciencia con sus propias imaginaciones o con las ajenas, de las cuales deducían nuevas cosas, más fantásticas aún, y de esas consecuencias artificiales inferían otras y otras, fuera ya de las cosas mismas, hasta dar en un laberinto de palabras sin fundamento de verdad alguno( Sánchez, F. ,Que... Op. cit. , p. 34).

Dice entonces Sánchez , señalando la naturaleza, apartad los ojos un segundo de vuestros libros, de vuestros universales y tended la mirada, dirigid vuestras manos, orientad vuestros oídos a las cosas mismas, a esas de las que habéis hablado, de las que habéis hablado tanto que se os han olvidado, que se os han perdido entre tanta palabra y tanta construcción lógica; volved al mundo para ver el mundo, observad desde vosotros y por vosotros mismos.

Entonces me encerré dentro de mí mismo y poniéndolo todo en duda y en suspenso, como si nadie en el mundo hubiese dicho nada jamás, empecé a examinar las cosas en sí mismas, que es la única manera de saber algo(Sánchez, F. Que... Op. cit. pp. 33-34).

Es tanto lo que Sánchez tiene que decir y está tan necesitado de decirlo que su libro no es un libro de filosofía al uso, donde todo es orden y donde cada aserto se deriva de una consideración anterior y éste antecede a un nuevo problema y a una nueva pretendida solución. No, la obra de este hombre es un torrente que fluye arrastrando los viejos pilares de la cansada casa de las escolástica, humedeciendo su cimientos de arena, golpeando sus viejos pilares de madera anegados de termitas, y en cada recodo de su cauce preguntando, como lo hiciera Nietzsche siglos después:" qué grado de verdad soporta un espíritu, qué dosis de verdad se atreve a afrontar", diciendo con Baudelaire: " pido a todo hombre que me muestre lo que subsiste de la vida".

Yo intentaré traer orden a este enorme mar de aguas prístinas, si es que es posible, con el dúctil látigo de las palabras, domar las olas que allí gobiernan como caballos de plata blanca.

Pero -creo que ya puede inducirse de mis palabras- y aquí y ahora lo digo expresamente, en nada se ve desmejorada la obra por su ausencia-la del orden-, porque lo que dice Sánchez podría exponerse de otra manera y otras podrían ser las expresiones y distinto el estilo narrativo, con otro libro, en fin, de mejor estructura podría decirse lo mismo, pero no más y, a fin de cuentas ¿no logra Sánchez su propósito?, ¿no consigue transmitirnos sus ideas? , ¿ no apreciamos igualmente la enorme honestidad de sus palabras, la valiente mirada de quien observa el mundo como si fuera la primera vez, sin aceptar viejos preceptos? La respuesta es, desde luego, sí, la conocemos en este caso y no está, como diría Bob Dylan :"...flotando en el viento".

Por tanto, quiero aclararlo, si realizo una exposición ordenada del pensamiento de Sánchez, no es porque la obra lo precise, sino porque yo lo necesito, para poder captar mejor cada unos de sus matices, cada una de sus esquinas, para poder introducir mis manos, con mayor precisión, en sus procelosos cauces y extraer así de ellos nuevos tesoros, antes ignotos a mis ojos.

B.- Exposición ordenada del pensamiento de Francisco Sánchez en Que nada se sabe

a.- El problema de los universales en Francisco Sánchez

Francisco Sánchez es un nominalista, puesto que para él no existen realmente los universales y, por tanto, no están antes de las cosas( universalia ante rerum) ni en ellas( universalia in re).
Así, por ejemplo, no podemos hablar del hombre, sino de cada hombre en concreto. No existe el hombre, sino Francisco Sánchez, Sócrates o Descartes.

¡Cuánta variedad de los hombres aun en la misma especie!
En unas partes son de cortísima estatura, los pigmeos, en otras, de gran talla, los gigantes; unos andan totalmente desnudos; otros vellosos y cubiertos de pieles en todo el cuerpo; los hay faltos totalmente de palabra, que viven en las selvas como las fieras, se refugian en cavernas o se establecen en los árboles a modo de aves, y si logran alguna vez arrebatar a nuestros hombres, los devoran con gran placer; los hay que descuidados totalmente de Dios y de la religión lo tienen todo común, incluso los hijos y las mujeres: vagan y no tienen sentido fijo. Al contrario, otros, esclavos de Dios y de la religión, derraman intrépidamente la sangre por la caridad y la fe.
Cada cual quiere tener ciudad propia, casa, mujer y familia y, habidas, las defiende hasta la
muerte; unos, después de la muerte son entregados al fuego o a la tierra con los amigos vivos, las mujeres y el ajuar; otros, no cuidándose de cosa alguna de éstas, quedan insepultos; hay quien permite que lo despedacen vivo y lo dividan en partes, y lo procura; hay quien cree que a todo trance ha de huir de la muerte(...)
¿Atribuyes tú a todos ellos la misma condición que a nosotros? A mí no me parece verosímil que sean iguales. Sin embargo nada sabemos ni tú ni yo.
( Sánchez, F. Que... Op. cit. pp.- 86-87).

Si los universales no existen, entonces toda formulación con pretensiones de universalidad no puede ser acertada, porque se predica de aquellos. Así, si el hombre no existe, no puedo afirmar que es un animal racional mortal. Del mismo modo y por idéntica razón, toda formulación en relación a un particular no puede ser tampoco cierta, si ésta se basa en una previa aserción referida a un universal, y siendo esto así, todo silogismo deviene imposible.

Ej.
El hombre es mortal.
Sócrates es un hombre.
Sócrates es mortal.

Como puede verse, si el hombre no existe no podemos decir que este sea mortal, ni que Sócrates sea un hombre y, por tanto, no hay ya ni premisa mayor ni premisa menor.

Dices que tú defines esta cosa que es el hombre con esta definición: animal racional mortal. Niego. Pues dudo nuevamente de la palabra animal, de la racional y de la otra.( Sánchez, F. Que... Op. cit. p. 40)

Dices así: el hombre es sustancia; ésta es ente; luego el hombre es ente. Dudo de lo primero y de lo segundo, y por tanto, dudo de la conclusión. Pero tú sigues así: el hombre es cuerpo; el cuerpo es sustancia; luego el hombre es sustancia.( Sánchez, F. Que... Op. cit. p.47).

b.- El problema de los particulares en Francisco Sánchez*1

Visto que los universales no existen, habrá que estudiar los particulares para poder extraer alguna verdad. Nótese ya el gran salto que hemos dado, porque ahora ya sólo es posible afirmar algo cierto de un particular, algo que, por tanto, no valdrá necesariamente para otro. Esto es importante resaltarlo porque entonces ya no estaremos ante la conclusión típica del procedimiento inductivo: una verdad general, sino ante una verdad particular; en consecuencia no hay inducción, pues no vamos de lo particular a lo general, sino que nos quedamos en lo particular. Este hecho constituye un importante elemento de diferenciación, por ejemplo en relación al método inductivo defendido por Bacon . No obstante, la singularidad de Sánchez no concluye aquí, en su búsqueda de alguna verdad sólida ha llegado a los particulares, pero ahora se dará cuenta de que tampoco aquí será posible formular ninguna aserción cierta y estable.

Así, en primer lugar, no podemos tener por objeto de estudio todos los particulares, sino sólo aquellos que sean menores a nosotros.

Hay también otra causa de nuestra ignorancia: que es tan grande la sustancia de algunas cosas que no puede ser percibida absolutamente por nosotros(...) pues debe haber cierta proporción del que comprende a lo comprendido, de manera que el que ha de comprender sea mayor que lo comprendido, o, al menos, igual(aunque esto parece que apenas puede realizarse, que un igual comprenda a otro igual(...); más nosotros no tenemos proporción alguna con Dios, ni lo finito con lo infinito, ni lo corruptible con lo eterno.(Sánchez, F. Que... Op. cit. pp. 90-91).

Pero incluso respecto de los inferiores(no trato los iguales pues claras han quedado las dudas de Sánchez en relación a estos) no hallamos con notables problemas. Así y en segundo lugar, toda formulación referida a un particular no podrá ser cierta de modo estable, porque el particular no lo es.

Todavía queda en las cosas otra causa de nuestra ignorancia, a saber, la perpetua duración de algunas, la perpetua generación de otras, la perpetua corrupción y la perpetua mudanza(...).
En los vivientes, la perpetua nutrición, el crecimiento temporal, el estado, la decadencia, la generación, la variación de partos, la mudanza de los defectos, las añadiduras, la perfección de las costumbres, las acciones, obras diversas, muchas veces contrarias en el mismo individuo; todo es variación y movimiento.

Ni es de extrañar si fue sentencia de algunos, que de un mismo hombre, después de una hora, no puede afirmarse que sea el mismo que antes de ella(...)( Sánchez, F. Que... Op. cit. p. 92)

Así pues ahora podemos saber sólo de un particular concreto y en un momento concreto ¿Pero podemos saber, en ese instante, de ese particular en sí mismo? No, desde luego, y así, en tercer lugar, nos dice Sánchez que el medio en el que éste se halla y la posición que en el espacio ocupa nos hacen verlo de distinta forma.

El agua hace oscuros a los cuerpos, los duplica, los aumenta, los disminuye, los cambia de figura, los hace más crasos, más móviles, más tenues. Y no siempre obra de este modo, sino también de otra suerte. En el aire a veces se tornan los cuerpos ligerísimos; en el viento, oscuros; dobles en el eco, al sol, a la luna; a veces al contrario(...)

¿Cuál de ellos los expresará mejor y con más verdad?(...)

Pues el vidrio grueso lo muestra de otro modo que el tenue; el cuadrado o redondo de otro modo que el triangular; el grande de otro modo que el pequeño. Muestran esto los cristales de fabricación varia y las normas del vidrio, por las cuales ves las cosas derechas o invertidas, de este o de aquel color y figura; finalmente, diversas de lo que son.

El agua del mar en gran volumen se ve azul y lo que debajo de ella está se ve del mismo color; pero en pequeña cantidad, blanca.

La situación varia de las cosas suele también variar el sentido. Lo mismo del medio. Esto es manifiesto en las lentes; si aplicas el ojo te presentan el objeto de otro modo que si lo apartas algo(...)

El que está lejos de nosotros, aunque corra muy aprisa, sin embargo, parece que se mueve muy lentamente; principalmente si lo miras desde abajo, viniendo de lo alto, o al revés...(...)

Y no es esto sólo. Si ves de lejos, lector, un palo medio sumergido en el agua, aparecerá torcido y roto. Dirás que, sin embargo, está entero, porque lo has experimentado de otra manera. Y si está roto, aparecerá, no obstante, roto, pues no vale aquí la razón de los contrarios. Afirmarás que está entero por la anterior razón, y sin embargo, es falso. ¿Qué harás si no puedes sacarlo del agua? Quedarás en duda.(...) ( He de detenerme un instante para decir que esto último es absolutamente brillante).

Si el medio es el vidrio o el cristal, vese la cosa de una o de otra manera, según los colores de aquéllos y las varias figuras y densidad.( Sánchez, F. Que... Op. cit. pp. 110-114).

Por tanto, únicamente será posible saber de un particular en un momento concreto y en un medio y posición espacial determinados ¿ Y será este exiguo conocimiento perfecto, al menos? Tampoco lo será, porque el sujeto cognoscente no lo es y, además, hay que tener en cuenta que los percibe mediante los sentios y estos en no pocas ocasiones yerran, y, en todo caso, sólo nos permiten captar sus accidentes, pero no su esencia.

Es necesario que sea hombre perfecto el que haya de saber algo perfectamente. ¿Hay alguno así? (Sánchez, F. Que... Op. cit. p. 121)

La mente considera las cosas recibidas de los sentidos. Si éstos se engañan, también aquélla; y si no ¿qué se consigue? Sólo las imágenes de las cosas que admitió el ojo (...) (Sánchez, F. Que... Op. cit. p. 100).

Así, por tanto, sabemos que nada se sabe.

c.- El problema de la paradoja

Cuando afirmamos que nada se sabe estamos diciendo ya que sabemos algo.
Sócrates, que parte también de que nada se sabe para desarrollar luego el método de la mayéutica*2, fue consciente, sin duda, de este problema y, antes de que le hicieran objeción alguna al respecto, lo resolvió diciendo" Sólo sé que no sé nada".

Sánchez, que en mucho dista, como se ve en *2, de Sócrates, soluciona la paradoja de forma distinta; él dice: nada sé, aunque ni esto lo sé con seguridad. Esta forma de solventar el problema de la paradoja semántica es lo más acertado que Sánchez podía haber hecho, teniendo en cuanta el desarrollo de su opúsculo y el espíritu que lo preside. Por eso ya al comienzo del mismo nos dice que:

Sea esta proposición mi bandera; ésta se debe seguir: Nada se sabe.
Si supiere probarla, concluiría con razón que nada se sabe; si no supiere, mejor todavía, pues tal es lo que afirmo.
(Sánchez, F. Que... Op. cit. p. 39).

Al resolver así la paradoja, Sánchez dota de coherencia a su espíritu de búsqueda de algún conocimiento cierto, porque si ni de que nada se sabe puede uno estar seguro, entonces, manifestar que nada se sabe, cuando ello es, lo repito, también dudoso, no puede ser óbice suficiente para dejar de buscar, para detenerse y no intentar hallar una verdad en medio de la bruma. Esto ya nos lo anuncia Sánchez al comienzo de su obra, precisa y curiosamente, en la parte primera que lleva por rúbrica: Al lector.

Y no por eso te prometo la verdad, pues yo mismo la ignoro lo mismo que todas las demás cosas; únicamente prometo inquirirla en cuanto me sea posible, para ver si sacándola de las cavernas en que suele estar encerrada puedes tú perseguirla en campo raso y abierto. Ni tampoco tengas tú muchas esperanzas de alcanzarla nunca ni, menos, de poseerla (¡Qué gran matiz este de alcanzar y poseer!); conténtate, como yo, con perseguirla. Éste es mi fin, éste mi propósito, éste debe ser también el tuyo. (Sánchez, F. Que... Op. cit. pp. 36-37).

Sánchez seguirá, pues, buscando siempre sin admitir criterio de autoridad alguno, siempre en las cosas, siempre arrojando sobre ellas las redes de la experiencia y el juicio.

Yo aspiro a que me lean y entiendan los fuertes y juicios varones que no están acostumbrados a jurar sobre las palabras de ningún maestro, sino a examinar las cosas por sí mismos, a acometer con su propia espada todas las cuestiones guiados por el sentido y la razón.( Sánchez, F. Que... Op. cit. p. 35).

El que quiera saber algo no tiene más camino que contemplar las cosas en sí mismas.

Pero ¿ello es fácil? Nada tan penoso, nada tan ambiguo, nada tan lleno de confusión e incertidumbre.

Viste ya cuánta diversidad hay en las cosas, qué de mudanzas y vaivenes; cuánto de inaccesible y amargo para el que aspira a la ciencia ¿Qué no sucederá cuando pretendemos acercarnos a las cosas mismas?

Ni es posible, dados los límites en que se mueve el conocimiento humano, la contemplación directa de las cosas.

Con todo: hay dos medios subsidiarios que no suministran ciencia perfecta, pero que, en suma, algo perciben y algo enseñan: son la experiencia y el juicio. Pero no separados jamás, sino en íntimo enlacen y unión (...) (Sánchez, F. Que... Op. cit. pp.141-142).

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Notas

*1.- Por particulares entiendo lo opuesto a los universales.

*2.- La diferencia entre Sócrates y Sánchez es fundamental, porque Sócrates dice: no sé nada pero para saber algo debo acudir a mí mismo, porque en mí se encierra el parámetro de verdad, de tal manera que cuando una idea se me presente como cierta por ser evidente su verdad para mí, tal idea será acertada. La opinión verdadera no se demuestra, sino que se muestra al sujeto y éste ve la verdad de la misma; éste es el desenlace del método de la mayéutica, método en el que hallamos ya el origen de la tesis platónica de la reminiscencia.