<<[...] Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos>>.

Gabriel Celaya

viernes, 28 de abril de 2017

Bécquer habla del origen del verso "Poesía... eres tú"


El Contemporáneo, 20 de diciembre de 1860

 
   "En una ocasión me preguntaste: ¿Qué es la poesía?
   ¿Te acuerdas? No sé a qué propósito había yo hablado algunos momentos antes de mi pasión por ella.
   ¿Qué es la poesía? me dijiste; y yo, que no soy muy fuerte en esto de las definiciones, te respondí titubeando: la poesía es... es... y sin concluir la frase buscaba inútilmente en mi memoria un término de comparación, que no acertaba a encontrar.
   Tú habías adelantado un poco la cabeza para escuchar mejor mis palabras; los negros rizos de tus cabellos, esos cabellos que tan bien sabes dejar a su antojo, sombrear tu frente con un abandono tan artístico, pendían de tu sien y bajaban rozando tu mejilla hasta descansar en tu seno; en tus pupilas, húmedas y azules como el cielo de la noche, brillaba un punto de luz, y tus labios se entreabrían ligeramente al impulso de una respiración perfumada y suave.
   Mis ojos que, a efecto sin duda de la turbación que experimentaba, habían errado un instante sin fijarse en ningún sitio, se volvieron entonces instintivamente hacia los tuyos, y exclamé al fin: ¡la poesía... la poesía eres tú!
   ¿Te acuerdas?

   
   Yo aún tengo presente el gracioso ceño de curiosidad burlada, el acento mezclado de pasión y amargura con que me dijiste: ¿Crees que mi pregunta sólo es hija de una vana curiosidad […]? Te equivocas. Yo deseo saber lo que es la poesía, porque deseo pensar lo que tú piensas, hablar de lo que tú hablas, sentir con lo que tú sientes, penetrar por último en ese misterioso santuario en donde a veces se refugia tu alma, y cuyo dintel no puede traspasar la mía.
   Cuando llegaba a este punto se interrumpió nuestro diálogo. Ya sabes por qué. Algunos días han transcurrido. Ni tú ni yo lo hemos vuelto a renovar, y sin embargo, por mi parte no he dejado de pensar en él. Tú creíste, sin duda, que la frase con que contesté a tu extraña interrogación, equivalía a una evasiva galante.
   ¿Por qué no hablar con franqueza? En aquel momento di aquella definición, porque la sentí, sin saber siquiera si decía un disparate.
   Después lo he pensado mejor, y no dudo al repetírtelo. La poesía eres tú.
   ¿Te sonríes? Tanto peor para los dos. Tu incredulidad nos va a costar a ti el trabajo de leer un libro y a mí el de componerlo.
   ¡Un libro! exclamas palideciendo y dejando escapar de tus manos esta carta. No te asustes. Tú lo sabes bien: un libro mío no puede ser muy largo. Erudito, sospecho que tampoco. Insulso, tal vez; mas para ti, escribiéndolo yo, presumo que no lo será, y para ti lo escribo.
   Sobre la poesía no ha dicho nada casi ningún poeta [...].
   No te extrañes. Un sabio alemán ha tenido la humorada de reducir a notas y encerrar en las cinco líneas de una pauta el misterioso lenguaje de los ruiseñores. Yo, si he de decir la verdad, todavía ignoro qué es lo que voy a hacer, así es que no puedo anunciártelo anticipadamente.
   Sólo te diré, para tranquilizarte, que no te inundaré en ese diluvio de términos que pudiéramos llamar facultativos, ni te citaré autores que no conozco, ni sentencias en idiomas que ninguno de los dos entendemos.
   Antes de ahora te lo he dicho. Yo nada sé, nada he estudiado, he leído un poco, he sentido bastante y he pensado mucho, aunque no acertaré a decir, si bien o mal. Como sólo de lo que he sentido y he pensado he de hablarte, te bastará sentir y pensar para comprenderme.
   Herejías históricas, filosóficas y literarias presiento que voy a decir muchas. No importa. Yo no pretendo enseñar a nadie, ni erigirme en autoridad, ni hacer que mi libro se declare de texto.
   Quiero hablarte un poco de literatura, siquiera no sea más que por satisfacer un capricho tuyo; quiero decirte lo que sé de una manera intuitiva, comunicarte mi opinión y tener al menos el gusto de saber, que si nos equivocamos, nos equivocamos los dos, lo cual, dicho sea de paso, para nosotros equivale a acertar.
   La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento […].
   La poesía eres tú porque esa vaga aspiración a lo bello que la caracteriza y que es una facultad de la inteligencia en el hombre, en ti pudiera decirse que es un instinto.
   La poesía eres tú porque el sentimiento […] constituye una parte de ti misma [...], la poesía eres tú; porque tú eres el foco de donde parten sus rayos.
   El genio verdadero tiene algunos atributos extraordinarios que Balzac llama femeninos y que efectivamente lo son [...]
   Quizá cuanto te he dicho lo habrás encontrado confuso y vago. Tampoco debe maravillarte.
   La poesía es al saber de la humanidad lo que el amor a las otras pasiones.
   El amor es un misterio. Todo en él son fenómenos a cuál más inexplicables; todo en él es ilógico; todo en él es vaguedad y absurdo.
   La ambición, la envidia, la avaricia, todas las demás pasiones tienen su explicación y aun su objeto, menos la que fecundiza el sentimiento y lo alimenta.
   Yo, sin embargo, la comprendo; la comprendo por medio de una revelación interna,confusa e inexplicable.
   Deja esta carta, cierra tus ojos al mundo exterior que te rodea, vuélvelos a tu alma, presta atención a los confusos rumores que se elevan de ella, y acaso la comprenderás como yo".

                                                           (Bécquer, Cartas literarias a una mujer,
                                                            El Contemporáneo, 20 de diciembre de 1860).