<<[...] Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos>>.

Gabriel Celaya

jueves, 25 de septiembre de 2008

Lo "Real Maravilloso" de Alejo Carpentier. Primera aproximación

Muchas veces se ha querido diseccionar la narrativa hispanoamericana, muchas veces se ha pretendido podar sus altas ramas y recoger las hojas para guardarlas en distintos cajones, archivarlas como si fueran materia seca. Así, se ha hablado de la novela del indio, la novela de la pampa, la novela del gaucho y la del indigenista... Muchas veces se le han puesto etiquetas, como cadenas. Pero la novela hispanoamericana, la genuinamente hispanoamericana, no es otra que la de la tierra que estalla ante los ojos del hombre; del hombre que es también la propia tierra. La tierra que devora sus pasos, pero que constituye también su firme asiento, el lecho donde vibra el doloroso camino de la vida; una camino de selvas y de bosques, un camino de llanuras y de montes, de la pampa eterna, un camino donde los valles hablan, donde todo es posible porque todo se sostiene sobre la palabra irracional de las flores que se abren al viento; una senda de leyendas, de mitos, de profundo animismo. Y así dirá Pablo Neruda : " De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo."

Y de esta inextricable unión del hombre con la naturaleza, de la mágica voz de la catarata que se precipita y se funde en el duro lecho racional de la tierra, nacerá ese lago luminoso que Alejo Carpentier denominó: lo real maravilloso. Ese lago en el que al entrar las palabras, como un rayo de luz hiriendo el aire, estalla el arte y reverbera el calor de las selvas profundas.

"Lo real maravilloso-dirá Carpentier-(...) es lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos al estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano (...)". Y es que: "(...) por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su reciente descubrimiento, por las fecundas mezclas que propició, América está hoy lejos de haber agotado su caudal de mitologías. ¿Pero qué es la historia de América sino una crónica de lo real maravilloso?"

En este marco incomparable, el hombre se halla rodeado y fundido, al mismo tiempo, en un cúmulo de contextos que forjarán su carácter, su obra, su pasar encendido. Estos contextos vitales que son, para Carpentier, los siguientes:
*Raciales: convivencia de hombres de distintas razas y naciones.
*Económicos.
*Presencia de animismo.
*Políticos: "Hay que tenerlos en cuenta, aunque con el cuidado de no caer en una fácil y declamatoria literatura de denuncia".
*Burgueses.
*Enormidad de lo natural: "(...) nuestro continente es continente de huracanes..., de ciclones, de terremotos, de maremotos, de inundaciones (...)".
*Culinarios.
*Ideológicos: "(...) aunque nunca debe permitirse que transformen la novela en tribuna o púlpito".

Carpentier se alejará de los movimientos realistas y surrealistas europeos: "Me aparté del surrealismo porque me pareció que no iba a aportar nada a él. Pero el surrealismo no significó mucho para mí. Me enseño a ver texturas, aspectos de la vida americana que no había advertido, envueltos como estábamos en la ola de nativismo. Comprendí que detrás de ese nativismo había algo más, lo que yo llamo los contextos: contexto telúrico y contexto épico-político: el que halle la relación entre ambos escribirá la novela americana".

Esta unidad de hombre y tierra, de sangre y agua, de lluvia y fuego, será recogida por Carpentier con un lenguaje poderoso, con un estilo que acaricia las columnas de los templos barrocos. "Nuestro arte- dirá- siempre fue barroco: desde la espléndida escultura precolombina y el de los códices, hasta la mejor novelística actual de América, pasándose por las catedrales y monasterios coloniales de nuestro continente." Porque será la voz profunda de lo barroco la que, en opinión de Carpentier, pueda atender mejor este reclamo: "Muéstreme el objeto; haga que, con sus palabras, yo pueda palparlo, valorarlo, sopesarlo."